“Nunca tendrás un impacto en la sociedad si no cambias primero tu persona”. Nelson Mandela.

Comencé a escribir este artículo la última semana de mayo, desde casa, confinado junto a toda la familia por un positivo en Covid, afortunadamente asintomático, en lo que representaba una gran oportunidad para revivir los más crudos momentos de confinamiento que dan sentido a esta serie de 14 artículos por cada una de las 14 semanas que en España vivimos de confinamiento, si cabe, con más intensidad.

Escribía sobre el comentario de muchos de mis clientes de Coaching que afirman que el confinamiento fue un acelerador de procesos. Por ejemplo, aquel que tenía pendiente aprender a cocinar, comenzó a hacerlo; quien tenía un libro por escribir, aprovechó para comenzarlo o quizá por reemprenderlo; si alguien tenía una relación tortuosa con su pareja, se aceleró su separación o quizá se aceleró la reconciliación de aquel que amaba de verdad, pero la vida, el ajetreo y las prisas pre-covid no le permitían el tiempo y la dedicación exclusiva que la relación merecía; quien estaba descontento con su trabajo comenzó a poner tierra de por medio; si necesitaba decir que no a relaciones tóxicas, comenzó a tomar conciencia de ello y a emprender el camino de decir “no”; incluso hay quien aprovechó para tener ese hijo que tanto deseaba.

Yo mismo seguro que al igual que tú, comencé una espiral de aceleración de muchos de los procesos que tenía estancados. Comencé a escribir este artículo bajo el título “El confinamiento: Acelerador de procesos”.

En estos días me he dado cuenta de que la aceleración no tiene necesariamente por qué implicar consolidación. Y es que cuando parecía que todo volvía a la normalidad pre-covid, recibía encargos de empresas que se lanzan de nuevo a la formación presencial, cuando abrían las piscinas y podía volver a mi pasión de nadar, cuando estaba cerca la vacunación y los planes de viajes y un largo etcétera, vuelvo al confinamiento y me doy cuenta de que ya estaba otra vez en la espiral y volvía a lo anterior como si nada hubiese aprendido

Releo los doce artículos anteriores y me pregunto: ¿Dónde están esos pequeños gestos que tanto cuentan? ¿Cómo seguir siendo responsable de mis respuestas? ¿Cuánto importan ahora los que me rodean? ¿Cuánto pido si los demás están deseando dar? ¿Cómo aceptar estos días lo imponderable? ¿Qué hago encerrado en casa para cuidar mi capacidad de producir? ¿Qué hago para vivir y compartir mi vida para ayudar a vivir? ¿Cómo quiero ser recordado cuando todo esto haya pasado? ¿Cuánto me estoy permitiendo no hacer nada? ¿Cuánto tengo que agradecer? ¿Dónde está el equilibrio entre la vida contemplativa y la vida acelerada? ¿En qué me estoy esforzando estos días?

Y es que para consolidar los cambios no vale solo con el impulso inicial sino que necesitas perseverar y sobre todo, parar, analizar, revisar y reajustar constantemente.

Y ahora te toca pensar un poco… te invito a que te respondas:

  • ¿Qué te ayudó el confinamiento a acelerar?
  • ¿Cuánto se ha consolidado en ti?
  • ¿Cuánto dedicas a analizar, revisar y reajustar?

Dedico este artículo a mi alumna Sonsoles Sánchez, por el tremendo agradecimiento que siento por su generosidad y a quien la Pandemia le aceleró muchos de sus procesos y ha sabido aprender para consolidar un gran cambio en su vida. Todo un ejemplo y una suerte compartirlo.