“Mirad las aves del cielo; no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta.”                    – Jesús de Nazaret –

Me marcó profundamente una conversación, en el entorno de una sesión de coaching con una directora de tienda de la firma women´secret, madre de una hija adolescente que me decía que ante las salidas nocturnas de su hija, cuando la veía salir por la puerta sentía que lo que sucediera a partir de ese momento ya no dependía de ella. Se quejaba amargamente de que le había dado todo a su hija, una educación, un teléfono móvil, unos valores, unos principios, unas instrucciones, etc… y en ese momento se sentía impotente.

Indagando en qué le sucedía a ella ante esta situación y qué posibilidades tenía, aún recuerdo su mirada cuando me contestó, tras un largo silencio, que lo único que podía hacer era rezar porque ella ya lo había hecho todo.

Vivimos en una sociedad que nos presenta a un ser humano todo poderoso, invencible, lleno de ídolos que todo lo pueden y todo lo controlan. Hasta nos permitimos hablar de “la muerte de la muerte” y afirmamos que morir será opcional en 2045. Y cuando más sacábamos pecho como raza todopoderosa, un virus nos vuelve a colocar en la casilla de salida y nos recuerda nuestra vulnerabilidad.

Lo imponderable según la RAE es aquella “circunstancia imprevisible o cuyas consecuencias no pueden estimarse”. Estoy seguro de que pocas o ninguna empresa de este País tenía en su DAFO la amenaza de una pandemia mundial. Era algo imprevisible o cuyas consecuencias no podían estimarse. Por el contrario tenían refinados análisis de tendencia de mercado de consumo, de compra de vehículos, de la fluctuación de la bolsa que no digo que no fuesen necesarios y recomendables, pero sí que no sirvieron de mucho.

Es evidente; lo imponderable está ahí. ¿Qué hacer con ello? En mi opinión, todo pasa por la aceptación de nuestra vulnerabilidad y se gestiona, como me comentó esta madre preocupada, haciendo todo lo que está en tus manos, y lo que no, rezando.

Reconoce que eres vulnerable y que existe en todo lo que hagas algo que excederá de tus previsiones y que no podrás estimar sus consecuencias. Y gestiónalo desde la confianza.

Confiar es una decisión que tomamos ante la vida y ante todo aquello que excede de nuestro control y de nuestras posibilidades de influir. Es reconocer nuestras limitaciones y saber que no todo lo puedo controlar. Es tener la certeza de que, una vez hecho todo lo que estaba en mi mano, el resto lo pongo en buenas manos. Unos creerán que en las manos de Dios, otros en el Karma, y otros en el poder de la naturaleza. Llámale como quieras, pero acepta y confía.

Y ahora te toca pensar un poco… te invito a que te respondas:

  • ¿Quién eres tú ante lo imprevisible?
  • Ante esa situación en que estás pensando ¿qué es lo que está en tus manos y qué aquello que no lo está?
  • ¿En manos de qué o quién dejas las cosas cuando ya has hecho todo?

Dedico este artículo a mi querida directora de tienda women´secretquien a buen seguro recordará esta anécdota y de quien me reservo su nombre por mantener la confidencialidad debida según el código deontológico que ICF establece para el ejercicio del coaching profesional.