Ya desde antes de nacer, en el seno materno, podemos distinguir distintos sonidos. En ese mismo momento, a cada sonido le atribuimos una emoción, en función de la reacción que sentimos que causa dicho ruido en nuestra madre. De tal forma que podemos sentir cómo el organismo de nuestra madre reacciona a determinados estímulos sonoros con una determinada respuesta fisiológica como el estrés, la relajación, la alegría, etc… Esto va conformando en nuestra mente una asociación estimulo-respuesta aprendida. Hoy sabemos que esta asociación estímulo-respuesta se puede cambiar.
Las diferentes culturas han logrado ordenar el ruido. La música ha tenido un gran protagonismo en la vida del hombre, que ha sabido crear variedad de ritmos y melodías en función de las distintas culturas. Desde la música clásica hasta otros tipos como aquella que hace entrar en trance a los “derviches” pasando por los sonidos emitidos por los “hombres cocodrilo” de Papúa, utilizados para atemorizar, hasta los himnos deportivos que cantan los hinchas, la música siempre ha sido un lenguaje universal que despierta, potencia o calma las emociones en el ser humano.
Con la directora de orquesta Inma Sara, en su último concierto en Albacete
 La emoción empuja a la acción. El miedo nos hace ponernos a buen recaudo en situaciones de peligro, la rabia nos hace movilizarnos para corregir injusticias, el orgullo nos ayuda a mantener nuestro nivel de auto exigencia, el amor es la mayor fuerza creadora, la tristeza nos lleva al recogimiento y la alegría a compartir con los demás.
La música puede tener un impacto positivo en nuestras emociones y en nuestra salud. Si controlamos lo que escuchamos, estamos controlando lo que sentimos, y lo que es más importante, estamos condicionando lo que hacemos.
Te animo a que hagas una selección de lo que te gusta escuchar, y que clasifiques tu archivo musical en función de las emociones que quieres experimentar para, de esta forma e indirectamente, influir en tu comportamiento cotidiano.
Hace un año comencé mi afición al violín. Hoy quiero dedicar este artículo a Alina, mi profesora de violín, por su vocación, su paciencia y por la ilusión que transmite.